viernes, 8 de octubre de 2010

ISLA ROCOSA


A veces imagino una isla rocosa, sin verde, con acantilados donde rompen las olas, sin posibilidad de tan solo rozarnos.
A veces me imagino en esa isla, contigo. Es una isla mágica. No existen barreras. Ni siquiera las que la mayoría de veces ponemos tú y yo.
Imagino que nos gusta tumbarnos en la roca más alta, mirar el cielo, y respirar profundo.
Imagino que me coges de la mano y jugamos con los dedos. Imagino que me quieres, imagino que te quiero.
Es el único rincón del mundo en el que podemos mirarnos a los ojos con una mirada que lo dice todo y no sentir remordimientos. Ni siquiera estoy segura de que este rincón forme parte de este mundo.

A veces imagino que tú también imaginas esta isla rocosa, nuestra isla rocosa. A veces imagino que a ti también te gusta imaginar esta isla sin verde esperanza.

A veces se me acaban las ideas porque mi única idea eres tú.
A veces se me acaban las ideas porque mi única idea es esta puta isla rocosa en la que no existe el verde porque mi subconsciente sabe que no existe la esperanza de que algún día, en algún lugar, esta puta isla rocosa se haga realidad.

martes, 13 de abril de 2010

Echarte de menos.

Echarte de menos es llegar de trabajar y seguir viéndote dormida en mi cama,
es seguir notando tu respiración en el pecho y tu pelo haciéndome cosquillas en la cara,
es recordar cada curva que investigué con ojos y manos,
es bajar los párpados y verte encima de mí.

Es levantar el dedo y repetir en la almohada todos los dibujos que hice en tu espalda,
irme a dormir y tirar la ropa a un lado para abrazar la nada y el desnudo de un fantasma que un día fuiste tú.

Escuchar las carcajadas que un día te provoqué,
revivir los celos que te escondía bajo la dureza de un caparazón que nunca fue,
fumarme el cigarro reglamentario después de hacerte el amor en sueños y oírte quejarte de ese mal hábito;

charlar de gastronomía con tu holograma y terminar repudiando las injusticias de un mundo ajeno a nuestras manos entrelazadas.

Echarte de menos es... dolerme tu inexistencia.

El día en que mi nariz dijo basta.

Son las 2 y cuarto. Acabo de salir de trabajar. Seis camareros para 210 personas, y aún así el servicio ha salido bien.

Estoy cansado, vacío, como si dentro de mí reinara la angustia y la nada. Este cuadro depresivo viene durando dos semanas, así que a veces me planteo la posibilidad de visitar a un sana-mentes asqueado de gente como yo.

Mi jefe de sala y una compañera de trabajo me proponen ir a tomar algo, y no tengo nada mejor que hacer, así que...

Así que vamos al bar de siempre, pido lo de siempre y hablo con mi atractiva colega mientras mi jefe de sala se va al baño.

Treinta segundos después aparezco yo, él sale y me deja a solas con la que está en el depósito del agua. Saco un billete de 5 €, lo enrollo meticulosamente, me agacho, me meto el billete en el orificio izquierdo, tapo el derecho y aspiro profundamente. Cierro los ojos, me guardo el billete y salgo del baño. Me pica la nariz, empieza a dormirse junto con la lengua y el paladar.

Me siento en la mesa, bebo con sed, sin considerar que es alcohol, me acelero y fumo de mi paquete de Camel con ganas.

Hablamos del trabajo, del restaurante, de la gente que sirve y de la gente que es inútil.

Él vuelve al lavabo, y yo voy detrás de él. Esta vez le abro paso al orificio derecho, por la manía insconsciente de conservar el equilibrio de las cosas.

Volvemos a la mesa, y ambos me miran.

- Te pasa algo. - me dice la chica.

- Estás agotado, estás llevando un ritmo muy fuerte, estás con demasiadas cosas. - me dice mi jefe.

- Estoy cansado física y mentalmente. - confieso.

Y lo confieso porque es algo que resulta bastante evidente.

- Ponme otro Malibú-Piña, por favor.

Mi jefe me ha pedido otra, es obvio que tengo mala cara y que estoy acelerado. Me levanto y voy a por una tercera.

Ya en la mesa, me bebo la copa y empiezo a marearme. Me levanto y me despido, tengo ganas de vomitar y entro a trabajar a las dos del mediodía. Deben de ser las cuatro de la mañana.

Consigo llegar hasta el metro: L1-Rocafort. En el andén me fumo un cigarro que me revuelve el estómago, llega el metro, empiezo a notar que sube a mi boca, a través de mi garganta, esa saliva líquida previa al vómito.

Se abren las puertas del metro, e intentando hacer un último esfuerzo, subo a él; tal y como subo me doy media vuelta y bajo, como si fuera un improvisado pase de modelo.

Voy al ascensor, apreto el botón, se abre la puerta, doy el paso definitivo, pulso el botón que indica "Vestíbulo", y en cuanto se cierran las puertas tras de mí, libero la presión de mi garganta, echando los restos del coulant que me había comido, en una esquina del ascensor. Llego al vestíbulo y termino, me limpio la boca con la manga derecha, me avergüenzo, me doy asco, me arrepiento... o no.

Estoy mucho mejor, físicamente, quiero decir. El aire fresco me sienta bien, voy caminando hasta la parada del autobús, cuando llega me acurruco en un asiento. Estoy cansado, se me cierran los ojos, me duermo.

lunes, 25 de enero de 2010

Próxima estación.

Próxima estación: Clot.

Voy de pie en un vagón cualquiera. Mis oídos están tapados por unos auriculares verdes que me ayudan a aislarme de la otra gente, me ayudan a perder la curiosidad por sus historias para poder centrarme en la mía. Les miro con cara de asco, amenazante, autoconvenciéndome de que son bazofia, sabiendo que algunos lo son.

Miro a un niñato presumiendo de su nuevo iPhone, hay que ser subnormal para contratar una tarifa plana de dos años sólo por tener el teléfono de moda, pero se lo perdonaré, ¿qué sería de los normales si no hubieran subnormales?

Lo normal es aburrido, por eso la gente intenta huir de la rutina cuando su mierda de vida se lo permite, lástima que el sector adolescente crea que lo interesante para destacar sea ser un cabrón gilipollas.


Próxima estación: Glòries.

Se han subido al tren tres latinos y yo los odio, los asesino con la mirada. Los miro de arriba a abajo, esas gorras de visera plana... esas putas camisetas por las rodillas, y ese acentito de "papasito". Pauso la música de mis oídos, tan solo para hacer una comprobación, y sonrío, porque ya sabía que la respuesta sería afirmativa, reggeaton en el móvil, pero no para ellos, sinó para todo el vagón; es obvio que esas mentes NO-pensantes faltaron a clase el día en que enseñaron el significado de la palabra respeto, así que les da igual que todo el vagón tenga que tragarse, en contra de su voluntad, ese ruido tan denigrante.


Próxima estación: Marina.

Yo no soy racista, soy justa, y por consiguiente, no puedo entender que delante mío haya dos marroquís que no tienen ni puta idea de español (o eso pretender hacer creer ellos cuando les interesa), y sin embargo vistan 400 euros, mientras yo visto, a lo sumo, 150. Dejad de decir que es envidia, malditos idiotas, es justicia, porque a mí me falta para pagarme el estudio y los cigarrillos.

Y no penséis que soy estúpida, sé perfectamente por qué visten 400 euros cada uno, tienen buenos amigos, amigos muy influyentes en todos los sectores, y yo conozco sus nombres: Cocaína, Caballo, Heroína, Chocolate, MDMA, Éxtasis.


Próxima estación: Arc de Triomf.

Moreno, unos 33 años. Aspira profundamente y le pica la nariz, pero lo que lo hace más evidente son los restos blancos de ambos agujeros y el billete enrollado de 10 euros que lleva en la mano izquierda. De su bolsillo tejano derecho saca un paquete de tabaco, la mano le tiembla, y junto a mis pies va a parar una bolsita diminuta de papel blanco cuyo contenido obviaremos. Levanto la vista, y le miro directamente a los ojos, con indiferencia. Él me mira aterrorizado, como si se hubiera meado encima, como si fuera a juzgarle. No puedo evitar sonreír y mirarlo compasivamente, me agacho a recoger la bolsita y la guardo en mi puño, protegiéndola de cualquier intento de robo o sacrilergio, se la devuelvo a colocado dueño, que responde con un tembloroso "gracias".

Ahora sólo me queda la curiosidad de saber por qué se ha colocado.


Próxima estación: Urquinaona.

Son dos. Dos mujeres. Bueno, en realidad una mujer y media. Su atuendo deja bastante evidente que son prostitutas. Todos las miran con aire de superioridad. Qué hijos de puta, en vez de valorar la suerte que tienen por no tener que ir haciendo felaciones para ganarse la vida, por no tener que vivir bajo las amenazas de un chulo adicto a la heroína fumada y una madamme sin sangre.

Las putas también están en crisis, las chinas ofrecen masaje+polvo en un confortable pisito con duchas de hidromasaje por 50 ó 60 euros, y es difícil competir contra eso. ¿Cuánto cobrarán? ¿20 la mamada? ¿50 el completo?

Tiene gracia, las escorts, conocidas vulgarmente como putas de lujo, cobran un mínimo de 200 euros la hora. Ésas no van en metro, van en taxi, o en limusina con la coca servida en unas bandejas metálicas preciosas. Hasta entre las putas hay clases. Hay que joderse.


Próxima estación: Catalunya.

Yo me bajo aquí. Estoy cabreada. Soy consciente de lo difícil que es encontrar a alguien especial y mínimamente inteligente entre tanta mierda.

lunes, 11 de enero de 2010

Miedo.

Miedo a perder, miedo a ganar,
miedo a no entender el miedo,
miedo a que no funcionen los sistemas de defensa,
miedo a enamorarme, miedo a no hacerlo,
miedo a mis síntomas psicosomáticos, miedo a mi clavícula izquierda,
miedo a besar una mano y que aprovechando el momento me dé un tortazo,
miedo a llorar, miedo a no hacerlo,
miedo a ser confiada, miedo a ser desconfiada,
miedo al dolor, miedo al bienestar.

Pero sin miedo, no hay VALOR.

jueves, 15 de octubre de 2009

Con D de drogas.

Me hace gracia la negación de la gente a lo evidente. Me hacen gracia sus excusas a aquellas situaciones mal vistas socialmente.

Una vez, un tío de casi 40 años me dijo en una fiesta:

- Yo la primera ralla de farlopa que me metí, fue porque quería conocer las reacciones y las sensaciones por si algún día mi hijo llegaba enfarlopado a casa.

Bien, su hijo tiene 7 años, y obviamente yo pensé:

- Pedazo de gilipollas, tú te metiste la primera ralla porque te salió de los huevos, como hemos hecho todos.

Porque la gente, tus amigos en especial, te preguntan:

- ¿Por qué lo has hecho?

Y la respuesta es obvia, la primera por probar, la segunda porque decaía y era una fiesta demasiado guapa como para irme a casa a las 4 y no cerrar la discoteca.

Lo importante es el control, el autocontrol, porque, ¿acaso es mejor el que se revienta el hígado bebiéndose 10 cubatas al día? ¿Acaso es mejor el que se fuma 20 porros al día? Claro que sí, dice la gente, porque conoces los componentes de la marihuana y el alcohol, pero sabes que la farlopa lleva mil mierdas. (Ejem, también conozco los componentes del popper, ¿y qué? ¿es mejor?)

Pero yo digo, ¿cómo estás tan seguro de que tu marihuana no ha sido alterada? ¿cómo estás seguro de que lo que sale de tu grifo es agua? ¿cómo estás seguro de que lo que respiras es aire? ¿cómo estás seguro de que tu madre es tu madre? ¿cómo estás seguro de que gozarás de la esperanza de vida oficial?

Podemos morir en cualquier momento, por tanto, debemos disfrutar de todo momento.




PD: Disculpad, es una entrada un tanto caótica, pero el olor a paki del locutorio no me deja pensar con claridad.

martes, 14 de abril de 2009

Escritos sobre una noche de amor.

Manos frías; corazón caliente
es lo que ocurre cuando estás en mi mente.

Jugar al pica-pared con cada uno de tus poros,
beber de la miel de tu entrepierna,
verte la cara moldeada en una mueca de placer.

Te toco y te estremeces,
me tocas y gimo sin poder evitarlo,
manchamos las sábanas en cada punto de encuentro con las altas temperaturas,
nos unimos en un baile que sólo tú y yo podemos coordinar.

Hacemos música con cada sonido,
el pelo molesta, pero es adictivo,
buceo contigo entre las sábanas del cariño,
me peleo con tu sujetador y el botón de pantalón.

Esnifo tu perfume, para mí afrodisíaco,
me entrego a tus brazos,
hago todo lo que me pides,
y disfruto con ello...

porque te quiero.